Viaje y Periodismo: Reflexiones de Kapuscinski

[Foto por: Krzysztof Wojcik]



En los 50, durante sus primeros años como reportero, el polaco Ryszard Kapuscinski (1932-2007) es enviado como corresponsal a la India, suceso que supera por mucho su obsesión de cruzar la frontera hacia la vecina Checoslovaquia y que representa el inicio de su carrera como periodista viajero. Su compañero inseparable de estos primeros desplazamientos por Asia es el libro “Historia”, de Heródoto, un compendio de relatos sobre guerras y antiguas culturas, cuya lectura confirma y aviva en Kapuscinski las ansias de conocer, comprender y contar el mundo y el tiempo en el que vive.
En “Viajes con Heródoto” (Anagrama, 2006) comparte y reflexiona episodios de sus días en Asia y África a la luz de las experiencias del historiador griego, construyendo interesantes significados sobre el oficio del que viaja para satisfacer las ganas de saber y de narrar. A continuación algunos pasajes del libro:

Fronteras
“Me preguntaba qué sensación se experimentaba al cruzar la frontera. ¿Qué sentía uno? ¿En qué pensaba? Debía de tratarse de un momento de gran emoción, de turbación, de tensión. ¿Cómo era ese otro lado? Seguro que diferente. Pero ¿qué significaba ‘diferente’? ¿Qué aspecto tenía? ¿A qué se parecía? ¿Y si no se parecía a nada de lo que yo conocía y, por lo tanto, era algo incomprensible e inimaginable? Pero, en el fondo, mi más ardiente deseo, mi anhelo tentador y torturador que no me dejaba tranquilo, era de lo más modesto, pues lo único que me intrigaba era ese instante concreto, ese paso, ese acto básico que encierra la expresión cruzar la frontera. Cruzarla y volver enseguida, con eso –pensaba- me bastaría, saciaría esa inexplicable y, sin embargo, muy acuciante sed psicológica”.

Movimiento
“De manera que siempre empezaba por un viaje. ¿Y no hacen lo mismo todos los reporteros? ¿Acaso ponernos en camino no es lo primero que nos viene a la mente? El camino es la fuente, el tesoro, la riqueza. Sólo estando de viaje el reportero se siente él mismo, a sus anchas, se siente en casa”.

Reportear
“En el mundo de Heródoto, el individuo es prácticamente el único depositario de la memoria. De manera que para llegar a aquello que ha sido recordado hay que llegar a él; y si vive lejos de nuestra morada, tenemos que ir a buscarlo, emprender el viaje, y cuando ya lo encontremos sentarnos junto a él y escuchar lo que nos quera decir, escuchar, recordar y tal vez apuntar. Así es como, a partir de una situación como ésta, nace el reportaje”.

Autoconocimiento
“Incluso cuando está en casa (pero ¿dónde está su casa?), es porque o acaba de volver de un viaje o está preparando el siguiente, el cual ha de ser entendido como un esfuerzo e indagación, como un intento de conocerlo todo: la vida, el mundo, a sí mismo”.

Comunicación
“Mis viajes con Negusi –y recorrimos juntos tres mil kilómetros en unas condiciones tan difíciles como arriesgadas- me reafirmaron una vez más en la convicción de que la figura de otra persona entraña una riqueza extraordinaria de lenguajes. Basta con intentar detectarlos y descifrarlos. Acostumbrados a comunicarnos exclusivamente a través de la palabra hablada o escrita, no nos paramos a pensar en que se trata tan sólo de una de las muchas maneras de comunicarse que en realidad existen. Y es que todo habla: la expresión de la cara y de los ojos, la gesticulación de las manos y el movimiento del cuerpo, las ondas que emite este último, la ropa y la manera de llevarla, y decenas de otros transmisores, emisoras, amplificadores y silenciadores que conforman la persona y su –como dicen los ingleses- química”.

Diversidad
“¿Hay otros mundos todavía? ¿Cómo son? Cuando crezca, querrá conocerlos. Aunque más vale que no crezca del todo, que conserve un poco de ese niño curioso que es, pues sólo los niños plantean preguntas importantes y de verdad quieren aprender. Y Heródoto, con su entusiasmo y apasionamiento de niño, parte en busca de esos mundos. Y descubre algo fundamental: que son muchos y que cada uno es único. E importante”.



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