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Mostrando entradas de enero, 2015

Parques de bolsillo

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Las amigas buscamos un lugar para beber el café que corone la tarde compartida en Coyoacán. Caminamos como quien busca ganarle al tiempo, como si pudiéramos decidir: “ya encontramos nuestro sitio, ahora sí, que anochezca”. Y llegamos al dichoso café y encontramos que a su costado ha brotado un parque de bolsillo. Los parques de bolsillo son vialidades disidentes, calles que se rehúsan a serlo, baldíos que quieren ser amados. Irrumpen y se entregan en los sitios menos pensados de la ciudad. Chiquitos pero, ¡ay!, en multitud, podrían conquistar el espacio y segregar a los automovilistas. Y nosotras nos instalamos en nuestro parque de bolsillo y bebemos nuestro momento que humea y huele a certeza, y quisiera llevarme la tarde y el café, y las amigas y el parque de bolsillo en el bolsillo.

Late Budapest

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Entrar al agua tibia en Budapest es encarnar el cuento donde Ricardo Piglia dice que al entrar al océano “perdemos el lenguaje y solo el cuerpo queda”. Aquí y ahora, esta pila es mi océano personal y yo un cuerpo sin lenguaje. O un cuerpo sin cuerpo, un latido. Porque ¿qué otra cosa es un latido sino la señal mínima de la existencia? Impulsada por otro latido, esta tarde deposité la vida en un antiguo edificio húngaro, colgué mi cuerpo en un perchero y me entregué a la dinámica de las aguas. Me introduje sin saber su funcionamiento y terminé partícipe de un proceso que me hace pensar en la circulación sanguínea, el bombeo del corazón, el ritmo de las contracciones cardiacas. Latir en agua fría y caliente. No hay ojos que cerrar ni pensamientos para calmar cuando no hay cuerpo ni mente. Los baños turcos, reliquias de Budapest, prometen limpieza y relajación. Lavados los sentidos y relajada el alma, toca vestirme nuevamente de corporalidad, retomar el lenguaje, retornar al