Oporto - Vila Real






Oporto nombre de vino y ciudad. El alcohol corre por las venas de quien lo bebe, y mis piernas por esta urbe que en portugués significa “puerto” pero no me deja zarpar. A qué sabrá el Oporto, es lo que menos pienso mientras subo y bajo calles empinadas de piedra en busca de la estación de autobuses. Tengo prisa, no miedo. Bien podría quedarme a vivir un año en este lugar de rostros afables. Hombres maduros y morenos detrás de gruesos bigotes negros se detienen cuando les pido ayuda para encontrar Rodonorte, me dicen “Primeira direita, segunda esquerda”, se esmeran en hacerse entender. Pero al quinto intento me rindo. Regreso mentalmente  a mi punto de partida, la estación del Metro y repaso las instrucciones en mi libreta, pero no logro dar con el lugar. Qué fácil sería todo si trajera un celular o cualquier otro dispositivo pero hace tiempo dejé de creer en los hubieras y si no encuentro la estación de autobuses deberé inventarme una porque se está haciendo tarde y alguien me espera. 

 

 
Entro a una especie de café para comer algo rápido y noto que todo es mucho más barato que en Madrid. Miro a la dependienta: podríamos pasar por hermanas. Pero es inútil intentar decírselo. Más fuerte que la sangre, es la barrera del idioma. Afuera llueve. No tengo paraguas y mis tenis son de tela, pero insisto: no es momento para los hubieras. Termino mis alimentos, queda esa llovizna que permite caminar como si nada y yo hago una llamada desde un teléfono público que nadie responde. Continúo mi caminata, ya por instinto o no sé, pero sobre una avenida amplia creo distinguir una bocacalle en “bajadita” que me suena familiar. Y por fin, a lo lejos, un letrero anuncia: Rodonorte. Ahí es estrenar mi portugués: Bilhete a Vila Real. El autobús parte. La lluvia lavó las fachadas viejas de Oporto y el sol lustra las calles de piedra y las baldosas blancas y negras de sus banquetas. Rumbo a Vila Real todo parece verde, hasta que empiezan a brotar casitas blancas y autos que se deslizan suavemente por el camino tan limpio. El autobús es un túnel largo que me cierra los párpados y pienso si algún día sabré lo que es beber Oporto en Oporto.

Comentarios

  1. nossa !!!!! adorei-o minha cara amiga, eu tambem sou parte dela , sou aquela que estava á tua espera pra te cozinhar uma boa pasta huahauahua mau mau pasta.
    fiquei encantada =)
    tudo de bom pra ti , sempre!!!
    MF

    ResponderEliminar
  2. ps. saudades!!!!!!!!!!

    ResponderEliminar
  3. Sí!! tu sei parte de questa storia!! :)
    Dobbiamo tornare qualche giorno, a mangiare troppo e bevere Porto. E a mangiare nella tua tasca a Vila Real jaaja.
    Grazie!. Tudo de bom pra ti también!!!

    ResponderEliminar
  4. Gracias Ale, por transportarme a Oporto.. Me encanto tu relato.. :).. que manera tan bonita de ver las cosas.. Es increible.. como algunos vemos sin observar, y oimos sin escuchar.. gracias.. ;)

    Carlos

    ResponderEliminar
  5. Me encanto! Pase de la curiosidad, el estrés por encontrar la estación, la resignación, la alegría de comprar el billete junto contigo! Cien por cien transportada y me quedan varias reflexiones!
    Ya soy tu fan!
    Meli

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿Qué historias contarán mis huesos? Sobre una charla de antropología física en Sonora

Viaje y Periodismo: Reflexiones de Kapuscinski