De historias ambulantes y funcionarios felices

Bien por periódico Expreso con su reciente proyecto “100 Historias Ambulantes”, ideado y ejecutado por Javier Quintero, periodista y amigo.

Su consigna es, según me contó, entregar cada día una historia sobre un ciudadano común que haga algo extraordinario. Hasta ahora nos ha presentado, entre otros, a un joven que hace té de gusano, a una mujer que hace arte de las llantas de carro, al pastor cristiano que otros tachan de hereje y a un cubano que trajo su salsa a Hermosillo.

Me pregunta Javier si conozco a alguien que cumpla con el requisito.

Y mi mente retrocede unos años y se topa con algunos de los personajes que solían irrumpir, tan positiva y abruptamente, en mis rutinarias mañanas de reportera. Una vez conocí a un matrimonio de ciegos que tenía tres niñas de menos de 11 años. Todas veían. Ellos se querían desde adolescentes. Ciegos se casaron. Ciegos fueron padres, y no necesitaban ojos para saber que sus hijas eran preciosas. El papá me aseguró que las nenas, de bebés, los guiaban por la ciudad a través de sonidos.

Y qué decir del hombre de más de 400 kilos que pasó sus últimos días de vida tirado en el suelo de su sala, ante la impotencia de sus padres, cuando lo regresaron del Hospital General porque no sabían qué hacer con alguien tan enorme y enfermo. Ni en su casa ni en el nosocomio, hubo cama que resistiera el peso del pobre Efraín.


También recuerdo a un niñito con cáncer que me interpretó, desde su cama en el Hospital Infantil, un corrido que alguien le compuso y que enchinaba la piel.

Y así como esas muchas, muchas más. La de la octagenaria Luz Valencia dirigiendo por más de 60 años la Casa San Vicente para tuberculosos y diciendome, la última vez que la vi, que lo más importante es el amor (Fue una respuesta sin pregunta, algo que simplemente le nació y dijo).

Ninguna de las historias que algunas vez me topé llegaron a la portada del periódico. Pero cómo me llenaron!

Siento que 100 historias le quedarán cortas a Javier. Estoy segura que llegará el día 100 y él se quedará con muchas ideas. Sé qué podría llenar varias páginas de Expreso con "historias ambulantes". Pero también sé que esto no ocurrirá porque las historias de gente común iluminan pero no venden.

Lo que sí seguirá llenando páginas enteras y ocupando portadas son las fotos de los funcionarios sonrientes, gente trajeada, apretando manos, saludando ciudadanos de a pie, cortando listones, supervisando obras, anunciando entregas de apoyos, lanzando programas de nombre rimbombante y dudosa efectividad.

Y no es que tenga algo contra ellos. Pero qué tiene de extraordinario que cumplan con su labor?

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