Una orquesta de guitarras y una lección de aplausos
Orquesta de Guitarras de Sonora (OGS) en su concierto debut. Foto: Alejandro Zabaleta |
Por Alejandra Meza
Estas letras quieren ser aplausos para la Orquesta de Guitarras de
Sonora (OGS), recién nacida agrupación de estudiantes de Música de la
Universidad de Sonora que decidieron ganarle al tiempo para apostarle a
la búsqueda del autoempleo y la autopromoción. Su debut fue la noche del
miércoles 16 de marzo, en un teatro Emiliana de Zubeldía que no logró
dar cabida a todos los interesados.
Para quienes no tenemos elementos para juzgar la música culta, la
nota del concierto -nota en tanto materia noticiosa y no en su acepción
musical- sería el tono didáctico que el evento adoptaría en persona de
su director, Erick Ivan Quijada Becerra. Tras la primera explosión de
aplausos, éste agradecería, y diría, con delicadeza y sencillez, que, a
sabiendas de “dónde estamos”, uno de los propósitos de la Orquesta de
Guitarras de Sonora era abonar a la formación de público en nuestra
región y, en ese tenor, una de las primeras asignaturas consistiría en
instruir sobre cuándo aplaudir y cuándo no.
Ya lo veía venir cuando, tras la ovación, la mujer a un lado mío
emitiera un gemido acongojado, se cubriera el rostro y se hundiera en el
asiento como diciendo trágame tierra, al tiempo que yo recordaba un artículo de René Córdova llamado “Ay, estos sonorenses que no dejan de aplaudir”, donde el autor señala el desconocimiento de los protocolos en eventos de música clásica.
De ahí la importancia, como explicó el director de la OGS, de tener a
la mano el programa (de mano, vaya) para ver de cuántos movimientos se
conforma cada obra y así, aplaudir al término de ésta, y no después de
cada uno de aquéllos. En otras palabras, como me explicaría más tarde
una amiga ilustrada en el tema, si el concierto fuera un libro, habría
que aplaudir al final de cada capítulo y no de cada subcapítulo, de
manera que no se interrumpa la historia contada por la obra o la
concentración de los músicos. Palabras más, palabras menos.
Así fue que, según recuerdo y sin contar el llanto de un bebé que
asistió al concierto acompañado de un par de adultos y el celular que no
logró estarse quieto, el resto del programa transcurrió sin aplausos
fuera de lugar.
Es cierto que las reglas de etiqueta no entran con calzador, pero
también lo es que, sin pretensiones clasistas y de otros tipos, hay un
gusto que puede (trans)formarse acorde a la historia y características
de nuestro contexto, así que bienvenida la Orquesta de Guitarras de
Sonora (OGS) que se ha propuesto contribuir a ello.
También publicado en: Crónica Sonora
Comentarios
Publicar un comentario