La ciudad no escucha
1 En absoluta oscuridad no logras más que pensar. Y piensas. Piensas en tu mujer y en los niños. Sabes que ella te reprenderá porque otra vez dejaste la leche en el auto: dirá que todo se te olvida, que dejas lo importante por lo urgente, que por tu culpa otra vez los niños desayunarán cereal caliente. Tu esposa tiene razón: no habrá leche fresca en la mañana, pero también se equivoca: jamás olvidas lo importante, de hecho, hacer que lo valioso trascienda es el motor de tu existencia. En la maraña que es la sociedad, te visualizas como una araña que va tejiendo hilos fuertes a base de escupir verdades. Esas que otros quisieran tapar. En tu trabajo sigues un método riguroso para escarbar zonas de la realidad que nadie más se atreve y extraer datos que hablen de injusticia y corrupción. Después cuestionas a los involucrados, generalmente sujetos de cuello blanco que, acaso tras enfrascarse en guerras de declaraciones, salen totalmente limpios de ...